Desde la época de la infancia, siempre me causó curiosidad sobre las bendiciones promulgadas por la religión, buscaba respuesta constantemente y no la encontraba. En principio me creí impotente, pues, las palabras de mis padres eran sagradas y no había forma de contradecirlas. Cuando se llegó la época de hacer la comunión, recuerdo, que me prepararon haciéndome memorizar una serie de rezos que aún los recuerdo. La confesión de los pecados, la hice un día viernes, porque esa era la programación del padre Bolaños de aquel entonces en el corregimiento de Santiago. El día de mi confesión, no recuerdo la hora, pero era bien rayado el día, los profes. nos llevaron al templo de Santiago, nos sentaron en las bancas y nos pusieron a rezar de forma mental, ya que según las orientaciones teníamos muchos pecados y para que nos los perdonaran debíamos de orar. Nos fueron pasando por turno, hasta que tocó el mio, me presenté al confesionario, dije mis pocos pecados que supuesta mente tenía, luego el padre me colocó la penitencia; de los nervios que tenía, jamás recordé el rezo que el padre me ordenó, ni las veces que debía repetirlo; por lo tanto, recé 10 veces cada rezo que sabía, creyendo con esto, haber saldado la deuda.
Pasaron los días y yo preocupado por la penitencia, seguia creyendo que aun no había hecho la comunión, pues las órdenes sacerdotales eran autoridad divina. Jamás le conté a mis padres lo que me sucedía, pero poco a poco se fue olvidando, me dediqué a labrar la tierra y buscar respuesta en ella de la bondades del Dios enseñado por la familia. Esa respuesta no la he encontrado y según mis estudios, jamás la encontraré. Hoy entiendo que el dios para mi, es uno mismo, que solo bajo la perseverancia, la dedicación, el empeño y el punto fijo de lo que uno quiere, se logra. Además la confianza en uno mismo, es la que hace al sujeto activo y no la que otro ser se la dé, ya que lo hace sentir como un inútil, incapaz de producir y forjar sus sueños.
Pasaron los días y yo preocupado por la penitencia, seguia creyendo que aun no había hecho la comunión, pues las órdenes sacerdotales eran autoridad divina. Jamás le conté a mis padres lo que me sucedía, pero poco a poco se fue olvidando, me dediqué a labrar la tierra y buscar respuesta en ella de la bondades del Dios enseñado por la familia. Esa respuesta no la he encontrado y según mis estudios, jamás la encontraré. Hoy entiendo que el dios para mi, es uno mismo, que solo bajo la perseverancia, la dedicación, el empeño y el punto fijo de lo que uno quiere, se logra. Además la confianza en uno mismo, es la que hace al sujeto activo y no la que otro ser se la dé, ya que lo hace sentir como un inútil, incapaz de producir y forjar sus sueños.
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